Dieta paradójica

Cuándo nos sentimos mal, feos o gordos, la idea de ponernos a dieta para resolver esos problemas es increíblemente tentadora. Vemos a todos esas personas de las revistas, de la televisión e incluso a ese amigo/a que está delgado/a y nos parece tremendamente feliz. Una ilusión comienza a atraparte ¿y si hago dieta para sentirme mejor con mi cuerpo y conmigo mismo?

La sociedad actual marca un canon de belleza de delgadez, generando que muchas personas se sientan continuamente frustradas por no conseguirlo tras intentar una y otra vez perder peso. 

¿Cuántas personas están insatisfechas con su aspecto físico luchando con los kilos? ¿Cuántas personas viven angustiadas realizando dietas que no funcionan de manera continuada en su vida? ¿Cuántas personas  siguen a la perfección una dieta hasta que un día pierden el control y vuelven a encordar todo lo que perdieron? 




Las dietas suelen basarse en prohibir algún tipo de alimento. Surgiendo entonces un mayor deseo a aquellos alimentos prohibidos que acaban siendo irrenunciables. De hecho si unos quiere acabar comiendo y perdiendo el control sobre un alimento, lo único que tiene que hacer es prohibírselo fuertemente, podéis hacer la prueba. La privación y las emociones que surgen con ella, como la vergüenza, el miedo, y la culpa no conducen a un cambio duradero.

De hecho, cuándo una persona consigue seguir una dieta durante largo tiempo, uno de los mayores escollos con los que se encuentra es la sensación de estar perdiéndose algo y tener dudas acerca de si merece la pena todo el sacrificio que está haciendo. Y es que muchas de las dietas eliminan el placer de la comida, extendiéndose esa sensación de falta de placer o disfrute a otros aspectos de la vida.

Al comenzar una dieta, también corremos el riesgo de pensar que si la dieta no funciona como yo creo o no consigo hacerla perfectamente, lo tiro todo por la borda y entonces nos damos un atracón de aquello que más deseamos. Es decir o hago la dieta perfectamente o dejo de hacerla.

No existen las dietas milagrosas, ni productos mágicos que hagan aquello que queremos hacer nosotros. De hecho, al igual que con otras cosas, si delegamos nuestro bienestar en una píldora o un líquido mágico, acabaremos desconfiando de nuestra propia capacidad para encargarnos de nuestra salud.

¿Qué hacemos para entonces adelgazar? ¿En qué consiste la dieta paradójica?

La dieta paradójica de Giorgio Nardone, creador de la terapia breve estratégica, consiste en comer todo lo que uno desea entre las tres comidas principales, sin limitaciones. 

 “Come solamente aquello que deseas y te gusta más, pero solamente en las 3 comidas principales: desayuno, comida y cena”. 

Se come todo lo que a uno más le gusta, sin engordar, y por otro lado que las tentaciones alimentarias menos saludables se convierten para la mente en una elección voluntaria. El efecto de esta prescripción es que en poco tiempo los alimentos objeto de deseo nos dejarán de parecer tan apetecibles y deseables y el organismo volverá a prestar atención sobre la comida más sana.

Cuando una persona renuncia al placer, ese deseo le acompaña en su mente durante todo el día. Sin embargo, si se permite comer ese alimento que desea podrá renunciar a él con mayor facilidad porque ya no le generará tanto placer, como decía San Agustín: si quieres renunciar a algo, permítetelo.  

Esta dieta puede parecer extraña porque se basa en una lógica no ordinaria, de lo que se trata es de confiar en nuestra capacidad de elegir aquellos alimentos que nos sientan bien de manera natural. Se trata de liberar nuestros gustos alimentarios del efecto de la restricción forzada y basada en el sacrificio. Así pues, la dieta paradójica a largo plazo se transforma en que eso que nos apetece comer coincida con eso que nos hace bien.

En todo este proceso, es imprescindible introducir el ejercicio físico en nuestra vida. Se trata de elegir aquel deporte o actividad que proporcione el mayor placer posible a la persona para que la pueda mantener a largo plazo en su vida, convirtiéndose en un hábito.  

Carmen Bes

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