Potencia tu fuerza de voluntad
Llevo varios días con un partido de tenis muy entretenido en mi cabeza: mi yo comprometido conmigo y la persona que quiero ser dice: ponte a escribir; mi yo centrado en el momento a muy corto plazo dice: estoy cansada, he trabajado mucho, quiero desconectar un rato, no sé qué escribir ni acerca de qué, no estoy motivada,... podría seguir con la cantidad de pensamientos-excusa que esta parte de mi puede lanzar con la fuerza con la que Rafa Nadal hace un saque.
Enfin, cómo veis, ha ganado durante un tiempo, pero.. ya estoy aquí. Mi parte comprometida ha vuelto ha coger las riendas. ¿Cómo lo he hecho? ¿Superpoderes como los de mis superhumanos? Ya me gustaría pero... NO. De superpoderes nada: digamos que casi me "obligo a hacerlo", tenga ganas o no las tenga. ¡Qué poco glamour tiene esta propuesta! Pero es la verdad, no tengo truco mágico para esto o tengo el que tienen todos los mortales: fuerza de voluntad.
Todos tenemos la capacidad natural para tener fuerza de voluntad y autocontrolarnos, pero a la mayoria nos resulta un poquito difícil aplicarla y acabamos haciendo eso que no queremos o dejando de hacer eso que queremos.
Imagina esta situación... te propones levantarte más temprano por la mañana y hacer un poco de deporte, pero suena el despertador, son las 6:45.. tu pareja duerme tan feliz, aún hace algo de frío a esas horas, y sobretodo la pereza te grita... ¡ya te levantarás mañana.. hoy tienes consulta hasta muy tarde!, ¡ya irás a dar un paseo al mediodia!, y... zas! en 2 minutos o menos, ya me ha convencido y he acabado en sus garras. Vamos que sigo durmiendo.
¡Es que se está tan agusto en la cama!
¿Quién es responsable de que ocurra esto? Fácil respuesta: YO. Pero hay una parte de mi, que es más responsable de porqué, sabiendo lo que es bueno para mi y queriendo hacerlo, no lo hago: mi querida corteza prefrontal.
Robert Sapolsky, neurobiólogo de la U. de Stanford, sostiene que es la
corteza prefrontal la que tiene la función de influir en nosotros para
que hagamos eso que más nos cuesta. Digamos que quien tiene que ayudarme a levantarme de la cama y hacer ejercicio (hacer aquello que quiero), y no quedarme remolonenado un rato más (dejar de hacer lo que no quiero) es mi corteza prefrontal, el lugar dónde reside mi autocontrol, mi fuerza de voluntad. Y al igual que un músculo, podemos entrenarlo.
Cómo podemos entrenar nuestra fuerza de voluntad.
1. Observa con lupa las elecciones que realizas.
Se trata de reconocer esa batalla mental de la que os hablaba al comienzo del artículo, esa que aparece en nuestra mente cada vez que vamos tomando decisiones a lo largo del día. Es algo difícil al principio y la mayoría de las veces nos damos cuenta de la decisión que hemos tomado cuando ya estamos haciendo eso que no queremos. ¿Quién no se ha sorprendido frente a la nevera o con la mano en la puerta de ese armario prohibido (sí, el de la chuches, galletas, etc.) sin tener conciencia de cómo ha llegado hasta allí?
Proponte
durante una semana darte cuenta, de cuándo haces algo que no querías
hacer. Simplemente date cuenta de todas las veces que sucumbes a la
tentación. ¿Qué es lo que más te cuesta?¿Por qué te cuesta tanto? Trata
de escribirlo.
Para muestra un botón: el armario prohibido de mi hogar.
Cómo veis me pongo trampas que me impidan llegar al armario o intento que mientras muevo mis plantas, mi corteza prefrontal me ayude y me diga: ¡No lo hagas!
2. Viaja un poco en el tiempo.
Es importante centrarnos en el presente, vivir el aquí y el ahora, afrontar y aceptar todas las emociones que vivimos pero si me centro en mi situación presente en la cama, calentita, y la comparo con el estado inmediatamente posterior a levantarme que os anticipo que es enfadada en incluso triste, diciendome que dónde voy a esas horas o incluso pensando que soy desgraciada por la vida que tengo. (En serio, mi mente es capaz de decirme esas cosas a primera hora de la mañana), probablemente no voy a hacer eso que me he propuesto: levantarme y hacer deporte.
Hoy para ponerme a escribir he tenido que centrarme en cómo voy a sentirme al estar escribiendo el artículo y cómo me sentiré al terminarlo, en cómo en un sábado de fiesta para muchos y con una gran tentación de dejarme llevar por el sofá, seguramente mi sensación de satisfacción conmigo misma hoy será.. ENOORRRRME.
3. Recuerda la persona que quieres ser.
En otros artículos del blog, os he hablado de lo importante que es conocer nuestros valores y decidir qué persona queremos ser en esta vida. Puedes preguntarte qué pasará si sigues haciendo lo mismo que estás a punto de hacer todos los días durante un año.
¿Qué pasará si hago deporte todos los días durante este año? Me sentiré más satisfecha. Seguramente, me sentiré incluso un poco orgullosa de mi misma y estaré un poco más cerca de ser esa persona que quiero ser: comprometida, con capacidad de esfuerzo y sacrificio. ¿Qué pasará si me quedo en la cama? Creo que es fácil imaginar la respuesta.
4. Acepta tu humanidad
Eres un ser humano y debes tratarte como tal. Entendiendo que no siempre vas a conseguir que tu corteza prefrontal decida aquello que es bueno para ti a largo plazo, algunas veces, escogerás la opción B; por ejemplo comer conguitos después de cenar en lugar de solo tomar un té, pese y a pesar de saber que te sientan mal y te has propuesto no comerlos.
Es decir, si te propones hacer deporte todas las mañanas ¿va a ser así? No, no va a serlo. Lo normal será que unos días te levantes y otros no, lo normal será que un día estés más triste o más cansado, o escuches más a esa vocecita que dice.. duerme un poco más, ese día, te quedarás en la cama. ¿Y eso debe hacer que abandones aquello que tu quieres hacer? NO, por supuesto que no, porque igual que hay días que no lo conseguirás, otros muchos sí que lo harás. Esa es la clave, resistir humanamente, con paciencia, dándonos cuenta de dónde tropezamos para seguir usando estrategias que nos ayuden a ser la persona que queremos ser.
No hay superpoderes.
No es fácil.
Obligate te a hacer lo que no te
apetece hacer porque es bueno para ti.
Obligate porque quieres ser esa persona en el futuro.
O para los mitomaníacos, obligarte porque eres muy fan de Ulises, que aceptó cómo nadie su humanidad, se ató al mastil evitando así naufragar en las aguas de la tentación.
Carmen
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