Inteligencia emocional: la clave de una vida saludable


Inteligencia emocional: la clave de una vida saludable.

Si el lograr una vida saludable dependiese de que fuésemos capaces de abrir una puerta, la inteligencia emocional es llave que nos permite abrirla.



La inteligencia emocional es la clave. Y digo esto, porque no me parece casualidad que esta sociedad en la que parece que las emociones sean miradas con suspicacia por sus supuestos efectos contraproducentes, sea justo la misma sociedad que tiene los mayores niveles de sufrimiento y trastornos psicológicos vinculados a  la falta de legitimación de las emociones.


Vivimos en un constante flujo de información, de actividades, de expectativas que cumplir, de objetivos que conseguir… un cúmulo de exigencias frenético que se acumulan en nuestro día a día y nos generan altos niveles de insatisfacción. A veces quiero creer que es eso lo que nos dificulta  sentir y vivir las emociones, a veces creo que simplemente nos falta el tiempo para ello, pero miro a mi alrededor e inevitablemente empiezo a ver que quizás no se trata del tiempo disponible o la cantidad de cosas que hacer, quizás lo que ocurre es que no hemos aprendido a vivir con las emociones, quizás nadie legitimo aquella emoción que en un momento de nuestra vida nos estaba avisando de que algo no funcionaba o nos generaba insatisfacción, quizás alguien nos dijo que eso que sentíamos no era lo que debíamos sentir y ahí… justo ahí, comenzamos a dudar de la fiabilidad de la información que nos transmiten esas fieles y leales amigas que activan nuestras entrañas y que se llaman emociones.

Como dice Lourdes Relloso (Instituto Bidane), “la inteligencia emocional es la capacidad de escuchar esa información primaria que nos transmiten nuestras emociones que fieles a nosotros nos indican aquello que es satisfactorio o insatisfactorio para nuestra vida”, y nacemos con esa maravillosa inteligencia emocional, pues cuando somos pequeños la conexión con nuestras emociones y la información que nos transmiten es absolutamente respetada, sin embargo, vamos aprendiendo a desconfiar de ellas, empezamos a sustituirlas por otras y así, la cosa se complica. Nos complicamos hasta el punto de ser incapaces de reconocer que detrás de nuestros sufrimiento hay una emoción, o incluso llegamos a denominar a unas emociones como positivas y otras negativas, cuándo es el control que queremos ejercer sobre ellas, el que las transforma en negativas o positivas, pues la emociones en sí mismas cuándo se legitiman son la fuente de información más fiable y valiosa que nuestro cuerpo nos regala.


Las emociones nos ayudan en nuestras relaciones, nos ayudan a discernir aquello que nos hace sentir bien de lo que no, colaboran con nosotros a desarrollar una vida saludable y cada vez que las atendemos y las legitimamos, creamos una fuente de satisfacción y salud que se refleja en nuestras vidas. Una emoción atendida, respetada, escuchada, sentida… es garantía de una vida en la que la satisfacción está presente.

Por ello, es vital que seamos capaces de vivir con emoción para construir nuestras vidas de modo saludable.  Es vital para esta sociedad, para cada ser humanos de los que componemos esta sociedad, encontrar la manera de conectarnos con nuestras emociones y es vital que enseñemos a nuestros niños a valorar la fiabilidad de la información que nos transmiten.

Una vida saludable tendría mucho que ver con la sencillez, que cómo define la Real Academia de la Lengua Española, tiene que ver con la cualidad de aquello que no tiene artificio ni composición, con aquello que no ofrece dificultad. Y ¿qué mayor fuente de información que no tiene ningún artificio que aquella que ofrecen las emociones? Por esto, el relacionarse con ellas, vivir sintiéndolas, respetándolas, debe ser sencillo. No debe ser aquello que se consigue después de 5 carreras y 3 máster, debe ser tan sencillo que sea el pilar básico de nuestra vida porque desde pequeños nos enseñaron a ello, por eso quizás sólo se trate de “volver al origen”.

Carmen Bes Rozas

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